(Jonás 4:1-11).
La historia del profeta Jonás deja una gran lección a aquellos que se enojan con Dios de manera terca, rebelde.
Sí, como Jonás hay muchos que se enfurecen con el Señor y lo obedecen de mala gana, haciendo las cosas a su manera y no a la manera de Él.
Y orando en contra de su voluntad, esperando que el Padre cambie no en un curso de acción, sino en su carácter mismo.
Y claro, como Dios nunca cambia en su carácter sino que es el mismo ayer, hoy y por los siglos, entonces no les responde afirmativamente a aquellos que le invocan para que satisfaga sus caprichos.
Y como consecuencia de ello viene el coraje, el acusar a Dios de injusto y hasta de desobediente. ¡Qué tal, los patos tirándole a las escopetas! ¿Acaso no somos nosotros los que debemos obedecer a Dios?
Dios mandó a Jonás a predicar a la ciudad de Nínive para que les dijera que Él iba a destruir ese lugar con sus más de 120 mil habitantes. ¿Y qué hizo Jonás? Salió huyendo en sentido contrario. Igualito a aquellos a quienes se les dice que no hagan algo, y al otro día eso es lo primero que hacen.
Este profeta tozudo tuvo que ser devorado por un gran pez y estar en su vientre tres días para que se arrepintiera. Y luego de ser vomitado en tierra fue que decidió obedecer al Señor e ir a Nínive, ciudad que estaba ubicada en donde hoy está Irak.
Y aunque Jonás proclamó el anuncio del Señor lo hizo de mala gana, con dedo amenazante, sin misericordia y sin amor. Y después de cumplida la tarea se sentó distante a esperar la inminente destrucción.
Pero no hubo tal, porque todos los habitantes, desde el rey hasta el más humilde ciudadano, ayunaron, oraron, se arrepintieron y pidieron perdón al Padre.
Y claro, la inmensa misericordia, el gran amor de Papito Dios, hizo que la acción de castigo se tornara en perdón.
Y hay que prestarle atención a este punto, porque Dios no se arrepintió en el sentido de volverse por algo malo, pues en Él no hay maldad. Dios sencillamente cambió el curso de una acción, mas no su carácter.
Cuando la Biblia usa la palabra arrepentirse para Dios la usa como un “antropomorfismo”, es decir, como una figura literaria en la que se le muestra con una característica humana, para ser mejor entendido, como cuando se habla del brazo de Dios o la mano de Dios.
Caso contrario al de Jonás fue el de Moisés, que clamó a Dios para que no destruyera a los israelitas desobedientes, para que Dios echara para atrás una decisión. Y claro, Dios cambió el curso de la acción, mas no su carácter.
Pues Él realmente quería que Moisés actuara como intercesor, por lo cual le respondió afirmativamente a su pedido.
Pero en el caso de Jonás el profeta se enojó tanto que pidió morirse, ya que le enfureció el que Dios no destruyera a Nínive sino que le expresara misericordia. Jonás no oró conforme al corazón de Dios, sino en contravía de su carácter.
Y así muchos se enfurecen con Dios porque no mata a un mal vecino, o no le manda un cáncer a un jefe odioso, o no autoriza que alguien abandone a su esposa y se case con otra más joven y bella.
Dios es Dios y Él nunca cambia, y Él es el que manda, nos guste o no. Y si algo vamos a pedir, debe ser conforme a su voluntad y carácter.
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